Francis Bacon vivió bajo el reinado de Isabel I y Jacobo I, un tiempo de grandes transformaciones, en donde Inglaterra se expandió territorialmente hasta convertirse en la mayor potencia mercantil del mundo. Entre los siglos XVI y XVII se rompió con el orden concebido hasta el renacimiento, tanto desde el punto de vista social como del natural. Un ejemplo ampliamente conocido de esta ruptura fue la revolución astronómica. Estos cambios fueron vividos como pérdidas, lo que contrasta abiertamente con nuestro tiempo, en donde se extiende cada vez más la idea de que todo cambio tiene comportamiento de progreso.
Bacon hacía de todo, su obra varía entre escritos políticos, jurídicos y morales, meditaciones religiosas, ensayos, sentencias y aforismos, tratados de historia, un método de lógica, un volumen sobre fábulas clásicas y poesías, además de una novela utópica llamada La Nueva Atlántida. Todo esto lo escribió en inglés y en latín, y su estilo podía variar entre descarado, irreverente y formal o sosegado, pero siempre tenía una característica al expresarse, y es que siempre era mordaz.
Hablar de ciencia moderna es siempre tener en boca a Galileo y a Descartes. Bacon, a diferencia de los dos nombrados, participó en la vida política e intentó llevar a cabo reformas políticas y culturales en relación con sus ideas.
En cuanto a la relación de Bacon con la tradición, él consideraba al pensamiento griego como "la infancia de la humanidad", pero también creía que para reformular el campo del saber era necesaria una ruptura radical con la tradición filosófica y la cultura clásica. Esta ruptura la consideraba el inicio de una nueva era y una revolución por la cual la humanidad debe atravesar.
Para Bacon, Aristóteles y Platón fueron simples sofistas, y que la gran parte de pensadores griegos estaban marcados por el mismo pecado: una soberbia intelectual. Habían abandonado el conocimiento basado en la naturaleza para dedicarse meramente a la construcción de castillos de palabras sin un fin específico. El filósofo inglés creía que su tarea era desligar el conocimiento de dos malas hierbas: las disputas de la escolástica y las magias populares en el periodo renacentista.
Bacon era originario de una nueva clase media emergente, como consecuencia del desvinculamiento entre el papado y la monarquía inglesa, lo que causó la expropiación de la tierra de los conventos y el surgimiento de pequeños terratenientes que no eran parte ni del clero ni de la aristocracia militar. A esta nueva clase también se le sumaron comerciantes protestantes de Europa Central que, huyendo de guerras religiosas, trajeron conocimientos técnicos novedosos y capital que fue inyectado en lo que sería el auge de la industria pesada.
A pesar de no estar especialmente mal económicamente, con la muerte de su padre lo único que le quedó es una modesta finca, lo que le hizo endeudarse para terminar la carrera de derecho (que había dejado tiempo atrás).
Tuvo una grandiosa relación con el conde de Essex, quien era su protector, pero fue obligado a participar en la formulación de cargos contra él, luego de que empezara una conspiración contra la reina al perder su favor tras intentar ser parte de una campaña en Irlanda que terminó en fracaso.
Cuando murió Isabel I y tomó el trono Jacobo de Escocia, Francis tuvo más oportunidades, ya que Jacobo se mostraba más interesado en la filosofía (aunque era un hombre que estaba anclado a una visión del saber). Bacon tenía una concepción diferente de la filosofía, ya que otorgaba protagonismo al mundo natural y a la técnica. Para él, no hay mejor función que pueda tener el ser humano que aquella que ayude directamente al desarrollo de la existencia humana.
Los escritos no publicados de Bacon se pueden dividir en cuatro áreas de interés:
a) La polémica antiplatónica y antiaristotélica que iba por un regreso al materialismo cercano al de Demócrito.
b) La creación de una nueva lógica y una nueva metodología de la ciencia.
c) La creación de una historia natural.
d) La crítica al saber y a la filosofía tradicionales.
Francis tuvo un momento en donde todo iba a mejor. Mejoró su economía al casarse y obtuvo el puesto de Lord guardián del gran Sello Real, lo cual le hizo ver que podía seguir una carrera política sin dejar de lado la filosofía. Sin embargo, su declive fue rápido al ser acusado de corrupción, lo que terminó definitivamente su carrera política.
Ulises y las columnas de Hércules.
Ulises es un personaje que aparece más allá de La Odisea y de los poemas antiguos, pues es el protagonista de La Divina Comedia de Dante. Ahí, narra el momento de su muerte, cuando alcanzó y cruzó las columnas de Hércules, las cuales se ubican en el estrecho de Gibraltar y representaban los confines del mundo conocido. Según el mito, el propio Hércules había marcado en aquel lugar como el límite que no debe sobrepasarse. El significado simbólico también incluye la representación de los límites del hombre y su incapacidad de conocer la totalidad de las cosas. Por tanto, cruzar las columnas de Hércules es la manifestación de esta sed de conocimiento.
Este mito se puede utilizar para comprender de mejor forma la idea que tiene Bacon de lo que debe ser un filósofo.
La relación entre la vida política y su obra filosófica viene de la mano de la relación inseparable entre la vida activa y la vida especulativa. En esta relación, podemos establecer tres niveles:
1) El primer nivel tiene que ver con la percepción de Bacon sobre el filósofo. Según él, el filósofo no es alguien dedicado por completo a sus pensamientos, pues el filósofo ha de pensar de la misma forma que el Ulises dantesco, al superar los límites conocidos para sumergirse en lo ignoto.
2) El segundo nivel tiene que ver con la política. Además de tener que participar activamente en ella, el filósofo debe aceptar la responsabilidad de ser el único que puede y debe conducir a una reforma del conocimiento y de la cultura,
3) El tercer nivel se refiere al papel del filósofo en la sociedad. Bacon consideraba que el filósofo debía ser un agente de cambio y progreso, trabajando para el beneficio de la humanidad. No solo debía estar comprometido con la búsqueda del conocimiento y la verdad, sino también con la aplicación práctica de ese conocimiento en la mejora de la vida de las personas.
En resumen, Bacon veía al filósofo como alguien que debía trascender los límites establecidos, explorando nuevos territorios intelectuales y desafiando las tradiciones y dogmas establecidos. Además, creía que el filósofo debía participar activamente en la vida política y social, liderando reformas y contribuyendo al progreso de la sociedad en su conjunto.
La visión de Bacon sobre el papel del filósofo estaba estrechamente relacionada con su concepción de la ciencia y la investigación. Consideraba que el conocimiento debía basarse en la observación y experimentación de la naturaleza, en lugar de confiar únicamente en la autoridad de la tradición. Esto lo llevó a desarrollar su propio método científico, conocido como el método baconiano, que enfatizaba la recolección sistemática de datos, el análisis objetivo y la formulación de hipótesis verificables.
En conclusión, Francis Bacon fue un filósofo y pensador polifacético que buscaba una ruptura radical con la tradición filosófica y cultural de su tiempo. Veía al filósofo como un explorador del conocimiento y un agente de cambio social y político. Su visión de la ciencia y la investigación se basaba en la observación y experimentación de la naturaleza, y desarrolló su propio método científico para promover un enfoque más sistemático y objetivo en la adquisición de conocimientos. A través de su obra y su participación en la vida política, Bacon dejó un legado duradero en la filosofía y la ciencia.
"Bacon: El conocimiento es poder" - María Regina Brioschi
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